«Asegúrate de haber agotado todo lo que se comunica por medio de la inmovilidad y el silencio».
(Robert Bresson)
Tras la infructuosa búsqueda del Santo Grial, los caballeros de la Mesa Redonda que aún sobreviven, regresan hastiados y cabizbajos al castillo de Camelot. Allí, Lancelot (Luc Simon) debe hacer frente a los fuertes lazos amorosos que lo unen a la reina Ginebra (Laura Duke Condominas).
Lancelot du lac constituye, como no podía ser de otro modo tratándose de una película de Bresson, una de las más personales y singulares incursiones del séptimo arte en la leyenda artúrica.
El director francés siempre planteó la necesidad de desvincular al cinematógrafo (como él lo llamaba) del teatro, la música, la pintura o la literatura, para convertirlo en un arte autónomo. Consideraba que a partir del montaje (elemento singularmente cinematográfico), el cine debía comenzar la búsqueda de una sintaxis propia e independiente del resto de las artes. Liberando a lo esencial de los artificios inherentes a cualquier espectáculo, Bresson, igual que Dreyer y Ozu, fue depurando a lo largo de su carrera un lenguaje basado en la renuncia y la sobriedad: sólo el ascetismo estilístico podía conducir al hallazgo de la belleza más pura. Lancelot du lac es, en ese sentido, una obra incuestionablemente consecuente con sus planteamientos teóricos; aunque debe situarse por debajo de sus obras mayores.
Que nadie espere encontrar en esta recreación del mito artúrico acción, luchas de espadas, un diseño de producción espectacular o un vestuario deslumbrante al estilo de Hollywood. A Bresson le interesa más el espíritu que la forma, de ahí que se valga de la más absoluta austeridad para relatarnos una historia de amor y lealtad. En ella, Lancelot se debate entre diversas fidelidades (hacia su Dios, hacia su rey y hacia su amada) que atormentan su desencantada alma. Un halo de funesto misticismo embarga todo el metraje, anticipando el ocaso de un mundo que está a punto de desaparecer.
A falta de banda sonora (el realizador prescinde de la música salvo en los títulos de crédito iniciales), el silencio y los sonidos diegéticos cobran una especial relevancia (el crujir de las armaduras, el trote de los caballos, el viento que ondea los estandartes…). La narración es pausada, muy pausada; las situaciones que presenta la trama, escasas; y los personajes, de una psicología introspectiva. Nada de esto debe verse como un defecto. Simplemente se trata del estilo Bresson. Lo tomas o lo dejas.
Notable ejercicio de una de las personalidades esenciales del cine europeo de todos los tiempos.
Nota: 7/10
De las que menos me gustan de Bresson, se me hace muy aburrida. Mis preferidas son ‘El diablo probablemente’ y ‘Un condenado a muerte se ha escapado’
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Ciertamente está por debajo de sus obras mayores, pero su visión de la leyenda artúrica resulta muy personal e interesante.
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