“Lo que busco no es la realidad ni la irrealidad, sino lo inconsciente, el misterio de lo instintivo en la raza humana”.
(Amedeo Modigliani)
París, 1919. El pintor bohemio Amedeo Modigliani (Gérard Philipe), recorre alcoholizado los cafés y bares de la capital francesa sin buscarle un sentido a su mísera existencia. Cierto día, conoce a Jeanne Hébuterne (Anouk Aimée), una joven estudiante de buena familia de la que se enamora.
Trágico relato cinematográfico sobre la imperiosa necesidad del artista de ser comprendido (no tanto reconocido) más allá de su círculo personal íntimo. Montparnasse 19, el título original, o Les amants de Montparnasse, como decidieron llamarla los productores para fomentar el gancho comercial (hoy en día se conoce a la película de manera indistinta con uno u otro título), nace como un proyecto de Max Ophüls que el director alemán no pudo afrontar debido a su enfermedad y posterior muerte, y que fue “heredado” por Jacques Becker más por respeto al autor de Lola Montes, a quien admiraba y quien lo propuso personalmente, que por propia convicción.
El filme, que no busca el rigor histórico, abarca el último año de vida del pintor italiano Amedeo Modigliani (1884-1920), integrado en la llamada Escuela de París, a caballo entre la capital gala (más concretamente en el bohemio barrio de Montparnasse) y la ciudad costera de Niza, donde pasa junto a la inocente Jeanne un breve espacio de inspiración y felicidad. Becker reescribió el guión original legado por Ophüls y Henri Jeanson, de corte menos realista y más literario, centrándose fundamentalmente en el drama personal del artista, un tipo enfermo por su adicción al alcohol y atormentado, y no en el proceso creativo en sí. Al responsable de París, bajos fondos siempre le interesó más el lado humano de su personaje que el artístico.
Modigliani, como Van Gogh, constituye un buen ejemplo de creador maldito: murió en la miseria, sin un franco en el bolsillo, y hace unos años su cuadro Desnudo acostado fue vendido en una subasta por 158 millones de dólares. Becker también incide en ese aura de leyenda negra, por eso introduce al personaje del marchante de arte Morel (Lino Ventura), un buitre sin escrúpulos al que debemos uno de los finales más crueles del cine francés.
En Los amantes de Montparnasse, el austero lenguaje beckeriano comienza a “bressonear” de manera previa a la culminación que supuso La evasión (Le trou, 1960), el último y mejor de sus trabajos. De ahí la sobriedad de la puesta en escena, sobre todo en los cuartuchos parisinos que habita el protagonista.
Formidable en cada uno de los apartados que la conforman (guión, dirección, interpretaciones, fotografía, música o decorados), la pelicula en cuestión, ocupa, qué duda cabe, un lugar privilegiado dentro de la filmografía de uno de los más grandes cineastas franceses de todos los tiempos.
Nota: 8/10
¿Que piensas del cine de su hijo Jean Becker?
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Sin estar al nivel de su padre, lo considero un director (en función de lo que he visto de él), con una indiscutible sensibilidad cinematográfica. Ahí están como ejemplos películas tan notables como ‘Conversaciones con mi jardinero’ o ‘Dejad de quererme’.
¡Saludos!
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Gracias. Me he animado a buscarla.
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De nada. Espero que te guste.
¡Saludos!
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Hola, Ricardo, ¿sabes si Ophüls falleció antes de empezar a rodar o el montaje final conserva escenas suyas?
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Efectivamente, Ophüls falleció unos meses antes de que comenzase el rodaje, por lo que la película está íntegramente filmada por Becker.
¡Saludos!
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