“A veces nacer y morir van de la mano”.
Anna (Naomi Watts) ejerce como matrona en un hospital londinense. Una noche, mientras está de guardia, atiende a una joven rusa que muere durante el parto. A través del diario que encuentra en su bolso, Anna intenta localizar a los familiares de la fallecida para hacerles entrega de la recién nacida. Sin embargo, sus pesquisas la conducen a un lujoso restaurante propiedad de la mafia, donde conoce a Nikolai (Viggo Mortensen), el rudo chófer de la organización.
En el que supone uno de sus mejores trabajos, el cineasta canadiense David Cronenberg, partiendo de una historia convencional de mafiosos, elabora un desesperanzador y complejo drama sobre una de las formas de esclavitud más extendidas en el mundo occidental: la prostitución. Quizá su mayor acierto sea el sutil modo en el que hace del trasfondo el tema principal de la película, utilizando la trama gansteril como mero revestimiento de aquello que verdaderamente quiere contar. Por tanto, comparar a Eastern Promises con otros títulos del género que en poco se le parecen, se torna un ejercicio zafio a la par que reduccionista. Los árboles no deben impedirnos ver el bosque.
Pese a la crudeza de determinadas escenas (el sangriento arranque en la barbería, por ejemplo), el filme posee una belleza extraña, cuasi mórbida, que provoca que sus imágenes queden grabadas en la retina del espectador hasta mucho tiempo después de que este haya procedido a su visionado. Además, la excelente partitura de Howard Shore, unida a la voz en off que se desprende de la lectura del diario de la prostituta, otorgan al conjunto un aura de turbadora y envolvente melancolía.
De todos los personajes de la cinta, el de Nikolai es el más puramente cronenbergiano dada su dualidad. Viggo Mortensen realiza una lacónica y soberbia interpretación que le valió la nominación al Óscar. Hay en la película dos secuencias, antológicas a mi entender, en las que el autor de Crash muestra su habitual fascinación por la mutación física, aunque lo haga de manera mucho menos aparatosa que en ocasiones anteriores. Me estoy refiriendo a la del ritual que convierte a Nikolai en vor (mafioso ruso de pleno derecho), y a la de la pelea que tiene lugar en el interior de unos vaporosos baños turcos. En ambas, el cuerpo desnudo del chófer se transforma: a consecuencia de los tatuajes en el primer caso, y de las magulladuras en el segundo. También resulta muy interesante el personaje de Kirill, al que interpreta el siempre estupendo Vincent Cassel, de quien Nicolai es siervo, amigo y protector. Se trata de un tipo débil y bravucón que sólo piensa en divertirse. En él se aprecia una latente homosexualidad reprimida por temor hacia la autoritaria figura paterna (Armin Mueller-Stahl). Naomi Watts aporta al relato el necesario contrapunto sentimental femenino, mientras que Jerzy Skolimowski, el tío borrachín de esta, hace lo propio con las dosis de humor.
Promesas del este se erige como una sólida obra cinematográfica resuelta con sabiduría y madurez. El mejor Cronenberg de este siglo junto con el de la previa Una historia de violencia (A History of Violence, 2005).
Nota: 8/10
Muy buena película, con la increíble Naomi Watts
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La Watts es una gran actriz, como ha dejado patente en ‘Mulholland Drive’, ’21 gramos’ o la cinta que nos ocupa.
¡Saludos!
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Espléndida crítica que pone de manifiesto la que es probablemente la mayor virtud de la película, esa atmósfera indefinible pero de turbadora presencia. Puede que en algunos momentos la descripción de personajes sea algo forzada y que también reclame con exceso de subrayado algunas secuencias de evidente impacto visual, pero en su conjunto es una obra personal y con altas dosis de fascinación. Como perfectamente indicas, un gran trabajo en unión de la tal vez superior Una historia de violencia y, por ende, de toda su carrera. Puede que estemos viendo al mejor Cronenberg de siempre.
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Gracias, ALTAICA.
Yo también creo que ‘Una historia de violencia’ es ligeramente superior a la película que nos ocupa. Por cierto, recomiendo la novela gráfica en la que se basa.
¡Saludos!
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