
(Texto originalmente publicado en mi libro ‘El cine esculpido en 200 películas’ https://www.amazon.es/El-cine-esculpido-200-pel%C3%ADculas/dp/8494459678)
A estas alturas de la película, nadie duda ya de que el western, al menos en su vertiente estilística, se reformuló en manos de Sergio Leone cuando el cineasta italiano, que venía de realizar un par de péplums bastante mediocres, decidió llevar a cabo un remake del Yojimbo (Yôjinbô, 1961) de Akira Kurosawa. A Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, 1964) le siguieron La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965) y El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966), conformándose así la llamada “trilogía del dólar” o “trilogía del hombre sin nombre”, que supuso su encumbramiento como director. Sin embargo, su obra maestra llegaría poco después con Hasta que llegó su hora, filme que pretendía ser una especie de summa de todos los grandes westerns de la historia, de ahí que su guión pasara por diversas manos (entre ellas las de los también realizadores Bernardo Bertolucci o Dario Argento) hasta adquirir su forma definitiva.
En C’era una volta il West, Leone extrema todas las constantes formales y narrativas de su cine, desde el estiramiento del tempo de algunas escenas (sirva de ejemplo la secuencia de apertura en la estación de tren, en la que tres forajidos esperan la llegada del personaje de Charles Bronson para acabar con su vida), hasta la coreografía entre sus imágenes y la música de Ennio Morricone, pasando por los movimientos de la cámara, el uso de primeros y primerísimos planos o la concepción operística de la puesta en escena. Henry Fonda, con quien el director quiso pero no pudo contar en su anterior trilogía, hasta entonces arquetipo fílmico del honorable ciudadano estadounidense, interpreta al villano de la función en uno de los mejores trabajos que se le recuerdan. Jason Robards completa el trío de personajes masculinos que tienen como contrapunto de género a una guapísima y voluptuosa Claudia Cardinale: una de esas prostitutas con el corazón de oro, casi siempre anónimas, sobre las que se cimentó el carácter ambicioso y superviviente de la nueva nación norteamericana.
Hasta que llegó su hora, con su mezcla de violencia, lirismo y venganza, es mucho más que un simple western. Es el western definitivo. Casi tres horas de fascinante y continuada lección cinematográfica.